Un voluntario de Madrid

Mi primer contacto con las misioneras fue, como muchos, en el comedor. Mi familia vive muy cerca, entre el comedor y el hogar, en el Paseo de la Virgen del Puerto , y nos llamaba la atención ver esas colas que se forman en la puerta, así como a las cuatro de la tarde. Un día, sin saber por qué, me fui allí y al acercarme la puerta, un señor mayor me puso la mano para darme un cartoncito con un número pintado. Le dije que no venía a comer sino a ayudar en lo que hiciera falta.
Me abrió sin preguntarme más y entré. Al pasar, me encontré por primera vez con una misionera, que en seguida me puso a cortar pan, llevar ollas y bandejas y a servir platos sin parar.
Del comedor pasé a la famosa Casa del Sida, donde comencé a colaborar en el turno de noche.
La primera noche que llegué, me encontré con dos colaboradores, chicos jóvenes y con unas impresionantes carreras, limpiando uno de ellos de rodillas a un enfermo terminal de Sida que se había hecho sus necesidades encima.
Cuando he sido papá ya tenía experiencia en limpiar pañales. Los de mis hijas no fueron los primeros, fueron los de los enfermos.
La época en la que comencé el turno de noche, era cuando no existía medicación efectiva y rara era la noche en que no se moría algún enfermo, alguno incluso en mis brazos.
En la Casa del Sida compartí noche con un sacerdote, el Padre Enrique, que se metía en la capilla y le veíamos que dormía dos horas sentado, pasando el resto de la noche rezando y atendiendo a los enfermos. Desde entonces mi mujer, que entonces era mi novia, y yo quedamos con él para recibir dirección espiritual.
Os diré que tenemos tanto que agradecer a las misioneras que a nuestra primera hija le pusimos el nombre de Teresa, en honor de la Madre Teresa de Calcuta, antes de su beatificación, por lo que hemos celebrado su santo el 5 de septiembre, de forma “ilegal”. Hoy ya estamos por fin en la legalidad desde el 19 de octubre de 2003 día en el que fue elevada a los altares la Beata Teresa de Calcuta. Por cierto, que nada más salir del hospital cuando nació, antes de llevarla a casa, paramos aquí para que las misioneras la ofrecieran a la Virgen.
Sin duda es mucho lo que tenemos que agradecer a las hermanas de las que hemos aprendido el evangélico AMOR a los Pobres sin distinción de razas, color o religión.
Y ese mensaje de amor a los POBRES se respira en cada esquina de la Casa de las misioneras. Colaborando con las misioneras he podido hacer realidad este mensaje, en los campamento de niños de familias necesitados, llevando a estos hogares alimentos, incluso yendo a pagarles el recibo de la luz el día antes de que la compañía eléctrica se la cortara, acompañado a los enfermos a visitar a su familia, o llevándoles al hospital o a por su dosis de metadona o acompañarles a resolver papeleos administrativos o visitándoles en la cárcel. Me viene a la cabeza muchas situaciones entrañables, desde las fiestas de Navidad con la cena y regalos del comedor, o la fiesta de los niños de los Reyes Magos o los viajes Tánger en vacaciones, donde las misioneras ayudan a los hermanos musulmanes, especialmente a las madres solteras y sus hijos, las enfermas, los niños drogadictos que viven solos en la calle, los presos y ahora, los subsaharianos que intentan pasar a España.
Es por todo esto por lo que nos duelen tanto los continuos ataques que a la Iglesia. Si, cuando a uno le dicen en los medios de comunicación algo así como que la Iglesia la forman curas que se dedican a gastarse el dinero en la bolsa o en paraísos fiscales, uno se pregunta ¿De qué Iglesia hablan?. Sin duda de una Iglesia que no conocen.
Porque de este AMOR A LOS POBRES, las misioneras nos han enseñado el AMOR A LA IGLESIA.
El padre Le-Joly un jesuita que ha vivido la fundación de las misioneras de la Caridad en Calcuta, que desde el comienzo estuvo con ellas como director espiritual, al ir a escribir un libro sobre las Misioneras de la Caridad, le puso de titulo LO HACEMOS POR JESÚS. Si, todo se hace por Él , y por la Iglesia que el Él nos dejó, para que pudiésemos hacerlo “POR EL REINO DE DIOS”. No podemos entender esta vocación al servicio, si no tenemos fe, o estas buenas obras las podríamos dejar en manos de las ONGs o incluso de la Seguridad Social u otro organismo público.
Yo he entendido que aquí todo se hace por amor a Dios, que nos lleva al amor al prójimo. Aquí podemos gritar que Jesucristo esta vivo, y decir llenos de gozo que EXISTE DIOS.
Por todo esto, muchos de los que colaboramos con las misioneras hemos sentido la necesidad de aumentar nuestro compromiso con nuestra fe, ya sea convirtiéndonos a ella, ya sea como seglares en grupos apostólicos ya sea como misionero laico o como, religioso o sacerdote o como muchas amigas, religiosas de clausura. En mi caso todo esto se ha encauzado y ha dado lugar a la vocación a diacono permanente.
Lo primero de todo tendrá que ser explicaros en qué consiste esto del diaconado permanente, ya que a muchos le puede sonar a chino esto de que los varones casados podamos entrar a formar parte del clero. A pocos le entra en la cabeza en España que un hombre casado vaya con alzacuello.
El Colegio que está enfrente del hogar y que depende de la Parroquia, el Colegio San Bernardo, tiene como director a un Diácono Permanente. En una reunión de padres a comienzo de este curso, al decirnos que él era diácono, fueron graciosos los comentarios de los padres: “Ya sabía yo que era cura” “¿Pero si está casado y tiene un hijo de profesor en este colegio?” “Ah, bueno es que ya lo ha dejado, y es diacono”. Lo cierto es que el D..P es el gran desconocido de la Iglesia de España.
Tal vez, sea porque en España hay un número muy reducido de éstos , unos 200, pero en la Iglesia Universal ya son más de 27000.
El ministerio diaconal es bien antiguo en la Iglesia, tan antiguo que lo tenemos desde el comienzo de éste. Recordemos como San Lucas nos cuenta en los Hechos de los Apóstoles que éstos impusieron las manos sobre “siete hombres de buena fama, llenos de Espíritu Santo y sabiduría”. Entre ellos nos encontramos a San Felipe o a San Esteban, el primer mártir de la Iglesia. No digamos San Francisco de Asís. El diaconado tuvo una gran importancia durante siglos, pero poco a poco pasó a ser un periodo transitorio entre el seminario y la ordenación sacerdotal. El Concilio Vaticano II, reestableció el Diaconado como ministerio permanente y dio la posibilidad del acceso al mismo a los hombres casados, otorgando a los diáconos el bautizar, casar, las bendiciones solemnes, los responsos, etc..
Por eso quiero acabar con el agradecimiento a la Beata Teresa de Calcuta , a las misioneras de la caridad, a los voluntarios, enfermos y acogidos. Gracias por haberme dado tanto.
Este testimonio fue dado en la Misa celebrada en la Casa de las Misioneras de la Caridad el día 8 de junio de 2002.

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